Consiste en la introducción
de un endoscopio por el ano con el que se puede revisar
todo el intestino grueso (colon) y a veces, la parte final
del intestino delgado. El endoscopio es un tubo flexible,
dirigido por el médico que realiza la exploración y con
el que se consigue ver directamente el interior del intestino.
Con él se pueden diagnosticar la mayoría de las enfermedades
que afectan al recto y al colon y en ocasiones se puede
aplicar un tratamiento como extirpar pólipos, cauterizar
focos de sangrado, dilatar estrecheces, etc.
Es frecuente complementar
la exploración con la toma de un pedacito de tejido (biopsia)
para su estudio al microscopio. Esto es totalmente indoloro.
La duración de la exploración
y las molestias que ocasiona ésta pueden ser muy variables
de una persona a otra. Si el médico que realiza la exploración
lo considera oportuno puede administrarse una sedación
y analgesia para reducir las molestias.
Por este motivo es aconsejable que venga acompañado y
tiene que saber que si es sedado no debe conducir en las
horas siguientes.
El intestino debe encontrarse
totalmente limpio para que se pueda llevar a cabo la exploración.
Por ello se le pedirá que realice una limpieza intestinal,
según unas indicaciones que se le facilitarán con anterioridad.
Es muy poco probable
que se puedan presentar complicaciones con esta exploración,
pero en algunos casos en los que se realicen técnicas
añadidas, como la extirpación de grandes pólipos, podrían
producirse, sangrado o rotura del intestino, necesitándose
entonces una operación quirúrgica inmediata.
Al acabar la exploración
puede notar una sensación de hinchazón gaseosa intestinal,
que mejorará al expulsar el aire introducido durante la
prueba. En pocos minutos puede reiniciar una vida normal.